Hace once años la gente de Racing sufría en lo deportivo ya que su primer equipo de fútbol estaba a un paso de afrontar la promoción, pero festejaba otro logro que se gestó en los escalones de las tribunas del Cilindro: el contrato de Blanquiceleste S.A era rescindido y los socios volverían a votar.
Fueron muchos meses de protestas, de agrupaciones repartiendo volantes, de marchas, de solitarios líderes de la democracia (como Salvador Azzerad o Hugo Lamadrid) luchando sin atajo para recuperar el club. En las tribunas la cosa se pudrió cuando el equipo de fútbol dejó los sueños de campeonar y empezó a usar la calculadora con triste costumbre. Ahí nació “Racing es de su gente, no de los dirigentes, razonemos a tiempo, fuera Blanquiceleste” con el ritmo de Todavía Cantamos.
Hoy la historia es otra: Racing ha superado las tormentas dirigenciales y con la democracia consolidada llegaron los títulos en fútbol y el desarrollo de otras actividades en el club. Se ha mejorado la infraestructura del estadio y la masa societaria crece sin problemas año a año.
Pero desde un tiempo se abandonó la consolidación de club popular y social para ser un espacio con otra clave social. Se aumentó la cuota social de manera abusiva, en el medio de un torneo que rara vez tiene dos partidos por mes de local. Se crearon espacios gourmet dentro del estadio, donde es imposible parar a comer con la familia para el sueldo de un asalariado/a; se dejó atrás el canje gratis de platea C para los socios; y todavía no hay novedades del nuevo estatuto, a la espera de ver que pasa con la edad vitalicia y una posible modificación.
Estas situaciones no plantean una crítica total de la gestión de Víctor Blanco desde 2014 a la fecha, sino el desvío extraño de una institución centenaria que siempre fue parte de la vida social y deportiva del pueblo. Es evidente que se le pide al socio que no solo aliente y concurra, sino que, en tiempo de crisis económica, abra la billetera. En la fiesta por el campeonato 2018-19 el presidente fue clarito: “Hay que dejar de llorar, no quejarnos y apoyar al club”, en referencia al bono que socios e hinchas tuvieron que pagar.
Pero lo peor parece estar por venir. El estadio Presidente Perón fue designado para ser sede de la Copa América que se disputará en Argentina y Colombia. De ahí se desprenden dos problemas: ampliar el estacionamiento sacando las canchas de tenis y la reforma de las plateas A y B, las más caras. Sobre el primer tema no hay nada claro, pero Mariano Cuneo Libarona, vocal de la comisión directiva, dejó ver que no es descabellada la idea: “¿Quieren las canchas de tenis donde juegan 10 muchachos o quieren un lugar divino?”, dijo en el programa Animales Sueltos.
El tema de la reforma del estadio está en marcha y se planifica que para la apertura del torneo estará listo. La cosa es así: en una fase avanzada, cuando finalice el arreglo de mampostería, se quitarán los dos laterales de la popular, dejando las cabeceras solamente, para ampliar las plateas hasta el campo de juego, símil Bombonera (hay que quitar la fosa y nivelar la tribuna), llevando las cabinas de transmisión a la segunda bandeja, la platea D, la del mástil.
En la actualidad el Cilindro tiene capacidad para 42500 personas, aunque se haya sobrepasado sin problemas la capacidad en la definición del Torneo Transición 2014. Con la remodelación alcanzaría los 50 mil espectadores, el cambio no sería muy amplio, pero si afectaría al público racingiuista. ¿Cómo? Cada lateral de la popular tiene aproximadamente espacio para 2000 personas, las plateas laterales inferiores nombradas A y B tiene espacio para 2600 personas cada una. En la suma se cambiarían 4000 populares para sumar casi 10 mil espacios en las plateas más caras del estadio (precio de hoy: socios 1800 la A y 1200 la B; no socios 3500 la A y 2500 la B).
La dirigencia busca una remodelación necesaria según la mayoría de los dirigentes, pero el discurso para justificar es la comparación con estadios europeos y con el binomio Boca-River. Ambas situaciones tienen una realidad distinta por variadas razones. En el actual torneo el partido con más público en el Cilindro fue con River en la tercera fecha, con 33 mil espectadores. Entonces, ¿es necesario agrandar las plateas más caras y el estacionamiento a costa de las canchas de tenis y un gran espacio de las populares? ¿Cuánto de todo lo realizado se podrá aprovechar en el futuro?
Un detalle simbólico: en el espacio de las populares laterales, en el descanso previo antes de la pared del foso, hace años pintaron cinco canchas para que lxs más chicxs jueguen mientras sus padres y madres ven el partido. Muchos menores acompañan solo para ir a patear una pelota a esas canchas, encontrar amigxs, compartir un rato. El partido es una anécdota. Con el crecimiento de las plateas las canchas serán parte de la historia.
Muchos hinchas en el fútbol argentino plantan la idea de ser como los equipos eurepeos, tener canchas parecidas con respecto a infraestructura y hasta la posibilidad de cambiar el nombre del estadio por dinero (llámese naming). A eso le llaman crecimiento, parte de la modernidad futbolística. Pero, ¿es acaso eso lo que necesitamos? ¿Plata por la identidad? ¿Crecer solo desde la construcción de espacios físicos? Es el momento de plantearnos que muchas de esas ideas son parte de un entramado más complicado, ligado a sectores que no les importa otra cosa que el dinero.
La gran mayoría de los emprendimientos privatizadores directos en el futbol argentino terminaron de forma desastrosa. La manera de transformar la ecuación es plantando la semilla de la duda en los hinchas y mostrandoles un futuro prometedor y moderno, aunque quizás no los contenga y deban verlo por la tele (si pueden pagar el pack).
Como reza la frase de la tribuna “Racing es de su gente, no de los dirigentes”. Sirve para todas las instituciones. No confundan el mensaje, crecer es tener más gente adentro de los clubes. Lo demás es verso.
Por Federico Cavalli – De Lástima a nadie, maestro.
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