«Llega el domingo yo te vengo a ver, yo soy de pendejo hincha de la Acadé»; ya me imagino cantándola dentro del estadio mientras salgo del predio Tita Mattiussi por la diagonal Pitagoras, camino a encarar la plaza Illia en Güemes, para enfilar al coliseo de Avellaneda.
Banderas blancas y celestes se comienzan a observar a cada paso que doy por la Avenida Colón para pasar el vallado policial. El puesto de choripanes y patys al cual le voy a comprar solo si Racing tiene un resultado positivo de local, porque sino me iré con la bronca a casa, aunque con el placer que alenté los 90 minutos desde mi lugarcito en la popu, como cada vez que juega Racing.
Encaro los escalones para entrar al estadio. Entro, veo un hombre mayor a mi lado, se me acerca y me dice «Uff, miles de emociones se vienen a la mente pibe siempre que estoy acá adentro de mi casa». Me cuenta sobre los goles de W. Fernández y Colombatti en la final ida que le ganamos a Cruzeiro por la Supercopa del 88′; la cual ganaríamos con un gol de Catalán en Brasil tras un empate. También se le vienen los goles de Norberto «Toro» Raffo y Juan «Chango» Cardenas contra el Celtic en 1967 para llevar a un último partido en Montevideo, donde nos coronaríamos como el Primer Campeón del Mundo argentino.
Me cuenta también sobre la dura Copa Libertadores que nos tocó ganar. «20 partidos tuvimos que jugar, pero en Chile cuando festejamos fue algo inolvidable. Este año toca en Rio, quiero tener fe de que se va repetir y lo vamos a vivir entre todos en este año tan especial».
Le cuento parte de lo que me tocó vivir. Los últimos tres campeonatos de está década que son inolvidables. El Racing de Cocca del 2014 que hacía un gol y sabías que ganabas; el Racing de Coudet que lo bailaba uno por uno a sus rivales y logró esos dos torneos en 2019. Pero también le cuento cuando me tocó estar allí con el corazón en la mano «Aquí lloré cuando jugamos con Belgrano en ese maldito 2008 cuando Avellaneda demostró ser de Racing porque tuvieron que cerrar Belgrano y Mitre de la cantidad de gente que había. Fui un afortunado de ver como Maxi Moralez le hacía el gol a Olave mientras que Gigli y Suárez erraban todo del otro lado». Pero le agregué «La vida igual me puso este año algo que nunca más se va repetir. Ganar un clásico con nueve hombres y un jugador comiendo una banana. Es imborrable eso».
El señor me dice «Sos afortunado de vivir este momento del club, disfrutalo. Yo tuve que pasar las malas en los 80 que fueron un desastre, los militares nos habían clausurado la cancha, descendemos contra Racing de Córdoba en un partido increíble, pero volvimos y estuvimos ahí, firmes todos; nos dimos cuenta que éramos más hinchas de Racing todavía. En los 90′ parecía que íbamos a cortar la sequía de campeonatos locales, pero por una cosa o por otra no se nos daba. Hasta vi a los vecinos que gritaban goles de Vélez para que no salgamos campeones. Tuve que aguantar una vieja loca que me quiso venir a decir que mi club no existía, pero nos unimos entre todos llenamos la cancha cuando no jugabamos y pusimos la casa en orden. Defendimos el club de la quiebra absoluta, lo sufrimos mucho a ese comienzo del 2000, pero nos desahogamos en el 2001 con el Racing de Mostaza y ese campeonato que le ganamos a River donde llenamos dos canchas a la vez. Todavía sigo gritando los goles de Bedoya y Loeschbor». Me dice entre risas al final. ¡Feliz cumpleaños mi Racing querido!
Foto: Sitio oficial
Amo Avellaneda. Amo la UNDAV. Amo estar haciendo periodismo en la vereda correcta.
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