Historia de una foto, diez años después
26 de octubre de 2008. Fecha 11, Racing recibe a San Lorenzo de Almagro que es puntero del Campeonato con 25 puntos y no pierde desde la primera fecha. La Academia deambula por la tabla con un equipo que un par de meses atrás salvó la categoría en una promoción para el infarto ante Belgrano de Córdoba.
Racing no arrancó bien el Torneo Apertura: apenas cosecha 12 puntos y viene de perder con Banfield. Pero eso es apenas un dato estadístico. Como cada partido ahí estamos los tres, sobre el córner donde Tita solía mirar los partidos, arriba de la bandera de Calzada esperando por La Acadé.
Es una preciosa tarde de sol de primavera, el Cilindro está colmado y yo hago piruetas intentando proteger a los dos pequeños que no paran de alentar al compás de toda la hinchada. Todos sabemos que es un partido difícil, que este campeonato no ganamos ningún clásico: apenas empatamos 3 a 3 con River bajo la lluvia; y aunque merecimos mucho más, tuvimos que conformarnos con gritar ese gol de Franco Sosa ante Independiente. Al menos no empañó el cumpleaños número 9 de Manu que ese 24 de agosto entró de la mano de Maxi Moralez.
Sale Racing y comienza a girar nuestro universo. La Academia imparable, al minuto de juego, tras un quite quirúrgico de Bruno Zuculini, una jugada premiun de Moralez y una asistencia top de Lugüercio, abre el marcador a través de Adrián Lucero. ¡Gooooool, gooool de Racing carajo! Nos dejamos llevar por la marea Celeste y Blanca, un sinfín de abrazos y sonrisas hasta que la voz de Luli detiene al mundo por unos segundos que parecen una eternidad: papá, veo todo doble, me duele mucho el brazo acá en la muñeca.
-¿Estás segura?
-Sí, papá.
-Bueno, vamos.
-¿Cómo qué vamos? ¿Cómo qué vamos?, grita Manuel mientras nos abrimos paso entre la multitud. “Una vez que vamos ganando desde el primer minuto”, refuerza la queja el menor de la familia, mientras la gente de primeros auxilios atiende a Luli y se asombra que pese al dolor no para de gritar el segundo gol de Racing que estremece las entrañas del Cilindro. Mientras subimos a la ambulancia nos enteramos que ese gol que gritamos lo había convertido Maxi Moralez de penal.
Racing ganó 2 a 1. Luli mira con cierto agrado su brazo enyesado y se imagina contando la hazaña mañana lunes en la escuela. Tomó coraje y llamo a mi ex mujer, la madre de Lucía y Manuel.
-Hola. Se escucha del otro lado.
-Hola, Está todo bien, no te preocupes. Silencio profundo. Luli se quebró la mano pero está bien. Y ya no escuché más nada.
Llegamos a Villa Crespo, Laura nos está esperando en la puerta de la casa de los chicos.
-¿Pero qué pasó?, pregunta.
-Había mucha gente. Traté de cubrirlos en el gol, pero no pude. Me apuro en contestar. Me quería matar, agrego.
-Encima en el primer minuto. Acota Manu mientras me saluda y se pierde en el pasillo.
Lunes a la mañana. Racing le ganó al puntero y Luli hace firmar el yeso a sus compañeros de escuela. La sacamos barata, pienso mientras atiendo el teléfono.
-Así que los quisiste proteger, eh. La voz de Laura suena furiosa.
-¿Qué pasa?
-¿Qué pasa?, ¿me preguntas? Mirá el diario, eso pasa. Y me cortó otra vez.
Contemplo la tapa del deportivo de La Nación y no puedo creer que Mauro Alfieri haya captado ese instante. Racing cambió la historia, titula el suplemento y la foto que ocupa toda la portada es el festejo del gol del Lucero. Manu que apenas asoma su cara sobre un murito mira con distancia de experto, Luli se protege de la marea humana y, yo en plena metamorfosis futbolera por el festejo, muestro mis fauces y quiero abrazarme como siempre a esa ilusión llamada Racing.
Pelé Gómez, socio 29078.
Dramaturgo, actor, “autor de Historia de una Pasión” y “Biblioclastas”, entre otras obras