Ese objetivo por ahora lo va logrando bastante seguido ya que desde el 2015 hasta la fecha, participó 4 veces en Libertadores, 2015 llegó a Cuartos de final (Guarani), 2016 se quedó en Octavos (A. Mineiro), 2018 perdió en Octavos (River) y la que está jugando actualmente que pasó a jugar los Octavos de final y 2 en Sudamericana 2017 quedó en cuatros (Libertad) y en el 2019 no pasó la primera ronda (Corinthians), a lo que hay que sumarle que ya consiguió clasificar para la Libertadores del 2021.
Esta situación debe dejar fuera de discusión lo que parece llenarnos de temores por clasificar segundo y pone sobre el tapete otro debate mucho más profundo, que no es que nos toque River, al que nos hemos enfrentado solo en una de las tres Libertadores jugadas, sino que es como prepararse para lograr no solo pasar de octavos a cuartos, es también tratar de superarlos, algo que no se ha logrado con distintos planteles y con distintos rivales.
Por eso el tema no pasa únicamente por analizar el poderío de quien debe enfrentar nuestra querida Academia, pasa por la convicción de que cada integrante del grupo, quien no debe dejarse absorber por los antecedentes, buscando sacar a relucir esa fe y esa confianza que le permita superar a su contrincante, sabiendo que el próximo partido es la primera final.
Respecto del partido de ayer podríamos decir que Racing salió a jugarlo sin ofrecer toda la dinámica que exigía el mismo si es que deseaba salir primero, porque ya estaba clasificado y lo peor que podía suceder era quedar segundo, lo que por otros motivos finalmente sucedió.
Si bien nunca fue un equipo que lució demasiado, Racing venía mostrando otros aspectos como la recuperación, la intensidad, la entrega y hasta con una gran porción de tiempo en cuanto a la tenencia de pelota, lo que nos permitía ver su crecimiento, aun aceptando que todavía no cuenta con ideas claras cuando llega al área rival y muchos de esos avances cambian la asociación por los intentos individuales.
Pero ayer fue un equipo totalmente desarticulado y diría hasta desconcentrado, porque cometió muchas infracciones, no tuvo tenencia asegurada de la pelota y nunca pudo imponer su juego, con jugadores confusos Fértoli, Reniero y Solari, por momentos parsimoniosos como Melgarejo y un Miranda llamativamente impreciso.
Los cambios esperados para la segunda parte no se dieron de entrada y hubo que esperar 10 minutos para que “Licha” López y Rojas ingresaran para darle un cambio cambio de actitud y de claridad al equipo, sobre todo cuando la pelota pasaba por Lisandro, quien demuestra que debe estar lo más posible dentro del campo por su ascendencia y su juego, demostrado en la única asistencia clara del encuentro, cuando entre dos defensores de Mérida asiste a Melgarejo para el primer gol, pero después un “regalo” que involucra al arquero Arias y a varios jugadores, le da el empate a los venezolanos, lo que volvió a sumergirnos en la noche tormentosa del Cilindro, hasta que Rojas nos regaló ese autentico golazo de tiro libre.
Es cierto que por los tiempos de pandemia falto ensayo, no le permitió al cuerpo técnico y al grupo entrenar como corresponde para aceitar los movimientos de la automatización necesaria que todo equipo necesita, pero da la sensación de que hay jugadores que parecieran no responder estar al nivel y eso deja al descubierto que, aunque desgastados por el tiempo y los años, los más grandes siguen aportando lo mejor.
Hasta pronto.
El hincha que hincha. Un hincha de Racing Club de Avellaneda, con todo lo que eso significa.
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